La honra y el honor son temas constantes del teatro del Siglo de Oro español y se encargan de estructurar la ideología que encontrábamos en todas las obras teatreales pertenecientes a este periodo de tiempo. De una forma u otra cada uno de los autores que encontramos durante esta época se refieren a dichas figuras y se encargan de afirmar ya sea con mayor o menor afán su importancia ideológica en la concepción teatreal.
A la hora de intentar definir estas figuras muchas veces se ha llevado a cabo la equivocación de creer que ambas tienen el mismo significado.
El honor se trata de la cualidad moral que lleva al cumplimiento de los propios deberes respecto del prójimo y de uno mismo. La honra se trata de la estima y respeto de la dignidad propia.
Ambas cosas se centran por igual en la opinión que los demás tienen de uno mismo tanto de una forma personal como familiar. Si el honor se perdía, se tenía que recuperar con venganza y sangre si era necesario. Este solía aparecer ligado a las mujeres y los encargados de limpiar las manchas del honor eran los hombres.Por eso es tan frecuente en la comedia la mujer vestida de hombre que se traviste para recuperar o vengar la deshonra
En cuanto a la sociedad, este aspecto aparecía en todos los niveles de la jerarquía social de la época. Sin embargo, este tuvo un mayor desarrollo en los estratos más altos, donde el sentido de pertenencia a un grupo y la necesidad de la plena aceptación de todos los miembros de este adquirió mucha mas importancia debido a que era donde se encontraba el poder en aquel entonces. Así pues, la cuestión del honor determinó el comportamiento de la nobleza: el noble estaba en la obligación de observar al comportarse toda una serie de deberes propios de su condición.
El individuo que participaba del honor era integrado y aceptado por la sociedad en la que vivía, ya que este aspecto funciona como un elemento integrado en el sistema social que comienza su función en el núcleo de la familia extendiéndose desde ahí hacia los diversos ámbitos en los que se compone la sociedad. Además la pureza de sangre (ni judío, ni moro, ni converso, sino cristiano viejo) y la riqueza, además de la nobleza, eran requisitos para ser tenido por un hombre honrado
Así pues, durante esta época la opinión que los demás tuvieran de una persona en concreto era de una gran importancia, sobre todo cuando se trataba de juzgar la conducta de la mujer. La mujer española cristiana de la Edad Media y el período barroco se vio sometida a una familia cerrada y no contó con demasiadas posibilidades de relacionarse con el mundo exterior ni mucho menos de desarrollarse intelectualmente, pues todas estas condiciones favorecían el sometimiento femenino. De esta forma, su subordinación al sistema patriarcal se vio incrementada.
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